Holocrón: Diario de un Jedi [Grabación 00003.00]

Holocrón: Diario de un Jedi [Grabación 00003.00]

—¿Estás segura de que es por aquí?

—Claro que sí, Delan —me aseguró Kym.

Llevábamos casi una hora estándar caminando por los numerosos y nacarados pasillos de la majestuosa Universidad de Alderaan. Para no ser un día lectivo, allí había muchísima gente, incluso de especies de las que ni siquiera había oído hablar.

—Teníamos que haberle preguntado a alguien el camino —insistí.

—No empieces otra vez —me pidió ella con una sonrisa—. Te aseguro que éste es el camino más rápido a su despacho.

Cruzamos otra compuerta y aparecimos en una sala tenuemente iluminada con varios asientos y tres puertas al fondo. En el rótulo luminoso de una de ellas ponía: “Dra. Tak Seuna. Departamento de Arqueología del Conocimiento”. Kym puso su dedo índice sobre una plaquita oscura a la derecha de la puerta y unos acordes sonaron al otro lado. Con un leve chasquido, la puerta se echó a un lado, mostrando el abarrotado aunque ordenado interior del despacho. La doctora, una nautolana de piel color pistacho y rasgados ojos oscuros, ya se estaba levantando de su asiento tras el escritorio para recibirnos.

—¡Señorita Roonahdra! —le saludó con un abrazo— ¡Cuánto lo siento! Al saber lo de su padre… lo de su familia… me temí lo peor. Lo primero que hice fue intentar contactar con usted, pero me fue imposible.

—Gracias… —dijo Kym, abrumada por el súbito pésame—. Supongo que ya me habrían arrestado.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó la doctora.

—Bien… Mejor, gracias a mi amigo —dijo, señalándome— y sus compañeros. Él es Delan Paciel.

—Encantado —le saludé.

—El gusto es mío —respondió ella. Tras un silencio, me miró con interés—. Perdone mi impertinencia, pero… ¿Es usted un Caballero Jedi?

La pregunta fue totalmente inesperada. No obstante, presentí que podía confiar en ella.

—Lo cierto es que sí. ¿Cómo lo ha sabido?

—Después de tantos años investigando las tradiciones Jedi y su historia, resulta evidente que su atuendo es una adaptación de los típicos ropajes Jedi —comentó con unos elegantes movimientos de las manos—. Además, en confianza… Soy sensible a la Fuerza, y la suya es muy intensa.

Kym y yo nos miramos con expresión de sorpresa en las caras.

—¡Vaya, profesora! —dijo Kym—. Es usted una caja de sorpresas…

—Déjala que continúe, Kym. Presiento que aún tiene algunas guardadas.

La doctora Seuna asintió y nos invitó a tomar asiento mientras ella se dirigía al suyo tras el escritorio.

—¿Qué traéis en esa bolsa?

—Esperábamos que nos lo dijera usted —respondí yo, vaciando su contenido sobre el escritorio.

—Lo encontramos dentro de la caja fuerte de mi padre—aclaró Kym.

—Veamos… Un cinturón de accesorios completo… Una túnica Jedi… Un sable de luz… —la doctora Seuna se quedó mirando muy pensativa el resto de material—. Sí, esto aclara muchas cosas.

—¿A qué se refiere? —preguntó Kym, expectante.

—Tu padre y yo hemos sido compañeros desde antes de que tú nacieras. Nos conocimos aquí, en la Universidad de Alderaan. Él me ayudó muchísimo, tanto para adaptarme a este lugar como en mis investigaciones sobre los Jedi. Ahora entiendo cómo sabía siempre dónde buscar. Conocía perfectamente el camino.

—Entonces… ¿Mi padre fue un Caballero Jedi?

—Todo esto que me traes así lo confirma. Podríamos hacerle algunas pruebas de huellas digitales, restos de ADN y demás, pero no creo que sea necesario. El sable de luz tiene el estilo de tu padre. No cabe duda de que lo fabricó él mismo —alzó la mirada directamente hacia Kym—. Sí, tu padre fue un Caballero Jedi.

—¿Y no nos lo dijo nunca?

—Obviamente, quería protegeros.

—Entonces —intervine yo—, sabía que la Orden Jedi corría peligro desde hacía mucho.

—Eso parece. Me temo que nunca sabremos por qué no avisó al Consejo Jedi del peligro.

—Quizá esto aclare algunas dudas —concluí, extrayendo de mi túnica el holocrón—. Lo encontramos en el carguero imperial del que rescatamos a Kym. Por desgracia, no sabemos cómo activarlo.

—¿Habéis probado a encontrar un interruptor?

—Sí, y he usado la Fuerza, sin éxito.

—¿De alguna manera en especial?

—Pues no… Simplemente, concentrándome en activarlo.

—No creo que sea suficiente. De todos modos, el método de activación debe estar preparado para que usted —dijo, señalando con la mirada a Kym— sea capaz de hacerlo. Como hija de un Jedi, puede estar segura de que podrá usar la Fuerza.

—Pero yo… Yo nunca…

—¿Ha ocurrido alguna vez algo que no puedas explicar estando enfadada, asustada, o simplemente se cumplía algo que deseabas con todas tus fuerzas? —le preguntó la doctora nautolana con un guiño de complicidad. Kym asintió, pensativa—. ¿Ves? Ahí lo tienes. Sólo necesitas algo de entrenamiento para poder controlar tu potencial. En cuanto al holocrón, sólo puedo decirte que pienses en algo que le gustaba a tu padre o algo especial para él, para poder encontrar una posible contraseña. Tómalo.

Kym cogió el holocrón con sumo cuidado y cerró los ojos.

De repente, la imagen holográfica de un hombre de unos cincuenta años apareció flotando sobre el holocrón, iluminando nuestros asombrados rostros con una tenue luz azulada.

Kym se quedó sin habla. Daba la sensación de que había conseguido realizar una llamada holográfica a su padre y que éste respondía desde el averno de la Fuerza. La imagen de su padre parpadeó unos instantes sobre el holocrón y, justo cuando Kym se atrevió a abrir la boca para hablar, éste se adelantó:

—Hola, hija. Si estás viendo esto es que algo grave ha sucedido y yo ya no sigo con vida. Sé que eres tú y que quien te rodea no supone peligro alguno para ti gracias a tu conexión con la Fuerza, por lo que hablaré libremente. En otro caso, puedes estar segura de que el mensaje hubiese sido bien distinto. —la imagen osciló suavemente mientras se colocaba bien la túnica, exactamente la misma que la que reposaba sobre el escritorio—. Ante todo, te pido disculpas por haberos ocultado a ti y a tu hermana mi identidad como Caballero Jedi. Como podrás imaginar, lo hice para protegeros. Siempre supe que un gran peligro amenazaba la Orden Jedi y que éste vendría tanto de sus propias filas como de los Sith. Por aquél entonces, tu madre y yo nos habíamos conocido en el Templo Jedi de Caamas, por lo que decidimos abandonar juntos la Orden y formar una familia a salvo de cualquier peligro que nos amenazaría de haber seguido entre los Jedi. No pienses ni por un momento que no hice el intento de advertir al Alto Consejo, pero al no poder identificar el origen y la causa de aquella amenaza fantasma, dado que el Lado Oscuro lo enturbiaba todo, no pudieron hacer otra cosa que permanecer alerta. Supongo que llegaron a olvidar mis presentimientos. El resto de la historia ya la conoces.
“Actualicé este holocrón justo antes de tu partida y lo escondí entre tu equipaje. Era una opción muy peligrosa, pero era necesario que supieras la verdad. Siento muchísimo todo lo que ha ocurrido. Te quiero —la imagen volvió a oscilar—. Si tienes alguna duda, sólo tienes que preguntar…

Kym no era capaz de alzar la mirada. Con lágrimas que bajaban por sus mejillas y entre sollozos, sólo podía seguir mirando la imagen que representaba a su padre.

La doctora Seuna y yo nos miramos, comprensivos. Cuando Kym se calmó un poco, preguntó al holograma:

—¿Eres mi padre?

—Soy el Guardián de este holocrón —se limitó a contestar éste.

Puse una mano sobre el hombro de Kym y le dije:

—Tu padre grabó sus experiencias y todo lo que sabía en este holocrón, por eso el Guardián tiene su voz y su apariencia. Es su esencia la que permanece en su interior, así que puedes considerar que es tu padre, si eso te hace sentir mejor.

Kym asintió, afligida pero repuesta.

—Papá —dijo, dirigiéndose al holograma.

—Dime, hija —contestó éste, cariñosamente.

—¿Qué puedo hacer ahora? El Imperio ha destruido Caamas y un Inquisidor nos persigue.

—En realidad, es a mí a quien… —comencé a decir, aunque Kym me paró con un gesto de la mano, sin dejar de mirar al holograma.

—Comenta un sabio alderaaniano sobre las estrategias del Jedi:
“Haz que tu enemigo crea que no conseguirá grandes recompensas si se decide a atacarte; así, disminuirás su entusiasmo.
“No te avergüence retirarte provisionalmente del combate si percibes que tu enemigo es más fuerte; lo importante no es la batalla aislada, sino el final de la guerra.
“Si eres lo suficientemente fuerte, tampoco te avergüences de fingirte débil; esto hará que tu enemigo pierda la prudencia y ataque antes de hora.
“En la guerra, la capacidad de sorprender al adversario es la clave de la victoria”.

El holograma se quedó de nuevo en silencio y, al dejarlo sobre la mesa, se apagó. Kym se giró hacia mí y luego hacia la doctora Seuna.

—¿Por qué no ha respondido directamente?

—Como dijo antes Delan —contestó la doctora—, un holocrón responde de acuerdo con el conocimiento y los recuerdos almacenados en su interior, eligiendo el más apropiado para la consulta en cuestión. En este caso, ha elegido un pasaje de la primera versión del Código Jedi, de mucho antes de las Guerras Sith. Si queréis mi interpretación, os aconsejo que viajéis a un planeta alejado, en el Borde Exterior, donde el Inquisidor que habéis nombrado antes no os pueda encontrar.

—A Tatooine —pensé en voz alta—. Es pequeño, apartado y pobre.

—Me parece la mejor opción, sin duda —comentó la doctora—. No sé de otro planeta donde el Imperio se inmiscuya menos en los asuntos locales. Os vendrá bien, pero tened cuidado.

—Lo tendremos, profesora —dijo Kym, mientras nos levantábamos de nuestros asientos.

—Si necesitáis cualquier cosa, contad conmigo, ¿de acuerdo?

—Muchísimas gracias por su ayuda, de verdad —le dije yo.

—Que la Fuerza os acompañe —nos dijo en voz baja, antes de abrir la puerta de su despacho.

[Continuará….]


Esta historia ha sido escrita por Santiago Benítez Buitrago en octubre de 2007. Queda prohibida su reproducción total o parcial por cualquier procedimiento sin permiso escrito del autor. Los personajes aquí descritos son ficticios. El Universo Star Wars se ha tomado como referencia y es propiedad de LucasFilms Ltd, y citado sin ánimo de lucro.
Para cualquier comentario relativo a esta historia, escribe a gardek [dot] mon [at] gmail [dot] com

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