Holocrón: Diario de un Jedi [Grabación 00002.06]

Holocrón: Diario de un Jedi [Grabación 00002.06]

Corrimos a través del solarium, rodeados por disparos láser procedentes de la ventana, justo detrás de nosotros. Muy pocos se nos acercaban lo suficiente como para darnos de lleno, y los que podían haberlo hecho fueron desviados por el haz de mi sable de luz.

Aún oíamos los gritos del Inquisidor Imperial desde el interior.

Un instante antes de que el primero de los soldados de asalto imperiales consiguiera atravesar la ventana, saltamos al nivel del suelo, frenando nuestra caída con la Fuerza.

Más soldados nos esperaban abajo, pero no tardamos en atravesar el claro e internarnos en el bosque. En aquel terreno, seguía a Kym de cerca, que avanzaba en zig-zag tanto para despistar a las tropas imperiales como para esquivar sus disparos que quemaban la corteza de los árboles y los helechos  que  se cruzaban en su camino, vaporizando hojas y madera.

Podía sentir a las decenas de soldados que nos perseguían… y de repente, percibí una enorme presencia justo delante de nosotros. No podía ver nada que lo justificara.

Tus sentidos pueden confundirte; no confíes en ellos”, me recordó la voz de mi Maestro.

Confiando en mi instinto, sujeté a Kym por la cintura, llamé con la Fuerza a una liana hacia mi mano, y la usamos para llegar al otro lado de un profundo agujero cónico en el suelo, del que salían numerosos tentáculos y una especie de pico redondeado.

Uno de los tentáculos casi agarró una pierna de Kym, pero ella le propinó una patada que lo hizo desistir del intento.

Al llegar al otro lado, solté la liana y, dejando a Kym en el suelo, nos giramos a tiempo de ver cómo caían, uno tras otro, los soldados imperiales en la madriguera. Los que frenaban antes de caer, eran capturados por los tentáculos que tanteaban los alrededores. Los gritos eran espeluznantes, sumados a los chillidos de la bestia.

—¡En el nombre de…! ¡Un sarlacc! —exclamó Kym—, ¡No me lo puedo creer! ¡Llevo toda la vida jugando en este bosque y nunca…! ¡¿Cómo ha llegado hasta aquí?!

—Los sarlacc se reproducen por esporas, Kym. Pudo llegar en cualquier carguero desde cualquier planeta. Aquí no le falta alimento. Ahora menos aún. Además, no era muy grande; apenas tendrá unos años.

Kym se quedó pensativa mientras seguíamos corriendo a través del bosque.

—Tenemos que avisar a los demás —dije, sacándola de sus pensamientos—. ¿Sabes si hay algún claro por aquí cerca?

—Si no recuerdo mal, justo delante hay uno lo suficientemente grande como para que aterrice el Arrecife de Diamante —contestó ella, adivinando mis pensamientos.

—Perfecto.

Al llegar, activé el localizador. Esperaba que no los hubieran descubierto. Si así fuera, nos encontraríamos en un aprieto, pues las autoridades imperiales ya estarían alertadas y nos capturarían si intentáramos contratar un transporte que nos sacara del planeta. De todos modos, no nos habían avisado de que hubiera algún problema…

Caamas estaba resultando menos acogedor de lo que esperaba.

—No te preocupes. Vendrán —le dije a Kym, confortándome a mí mismo. De repente, caí en la cuenta—. ¿Qué tal está tu brazo?

—Bien, no te preocupes. La herida me quema y siento un extraño hormigueo, pero no es nada  —contestó ella, ocultando una mueca de dolor mientras sujetaba su antebrazo izquierdo.

—De todos modos, deja que le eche un vistazo.

Kym dejó al descubierto la herida y le puse mi mano sobre ella. Estaba cicatrizada por completo por el haz del sable de luz. Dejé que la Fuerza fluyera a través de mí para que el dolor desapareciera todo lo posible. Su expresión cambió considerablemente.

Los minutos se alargaban interminablemente. No había rastro del Arrecife, como tampoco podíamos establecer comunicación por si la interceptaba el Imperio. No teníamos más remedio que esperar escondidos en el borde del claro.

—Es curioso —comentó Kym—. Parece como si se estuviera nublando el cielo, pero no hay una sola nube. Falta luz.

—Es verdad—contesté—. Cada vez hay más oscuridad y aún es mediodía…

Cuando fui a coger mis electrobinoculares de mi cinturón de accesorios apareció el Arrecife de Diamante justo encima de nosotros.

No se había posado aún en el suelo y ya estaba bajando la rampa de entrada con Thaw en el umbral, gesticulando exageradamente.

—¡Tenemos que salir de aquí! ¡Daos prisa!

—¿Qué ocurre, Thaw? —pregunté, ayudando a Kym a levantarse lo más rápidamente que podía.

—¡Van a aniquilar el planeta! ¡Estos imperiales están locos!

—¡¿QUÉ?! —gritó Kym.

—¿No véis los destructores que sobrevuelan el planeta? Hemos visto evacuar a todas las tropas imperiales. Eso sólo puede significar una cosa: ¡Van a iniciar un bombardeo!

—¿Y qué pasa con la gente? —pregunté, preocupado por los habitantes del planeta.

—Hemos recogido a cuanta gente hemos podido. La bodega está a rebosar. ¿Recuerdas Mu’un V? ¡Esto es mucho peor! ¡Tenemos que darnos prisa!

—¡Pero no es posible! —gritaba Kym mientras se cerraba la rampa detrás de nosotros y nos encaminábamos hacia la cabina de mando a través de la gente hacinada en la bodega—. ¿Qué pasa con el escudo planetario?

—Me temo que no podemos contar con su protección. Alguien debió filtrar sus códigos de desactivación al Imperio —contestó Thaw, mirando hacia atrás y reparando en algo—. ¡Kym, estás herida! ¿Qué te ha ocurrido en la mano? ¿Estás bien?

—Sí, gracias. Nos encontramos con unos amigos… Ya casi no me duele. Delan me lo ha aliviado lo suficiente.

—Garrune ha actualizado la memoria de DAQ-7 con programas médicos. Ve a la sala médica. Le diré a Garrune que lo envié para allá.

—Muchas gracias.

—Delan, ¿vienes conmigo?

Miré a Kym interrogativamente y ella asintió, como asegurándome que se encontraba bien y que no me preocupara por ella.

—Voy contigo —contesté, sonriendo.

CONTINUARÁ…..

Esta historia ha sido escrita por Santiago Benítez Buitrago en diciembre de 2005. Queda prohibida su reproducción total o parcial por cualquier procedimiento sin permiso escrito del autor. Los personajes aquí descritos son ficticios. El Universo Star Wars se ha tomado como referencia y es propiedad de LucasFilms Ltd, y citado sin ánimo de lucro.

AdjuntoTamaño
Holocrón, Diario de un Jedi [2.6].pdf66.39 KB